Constantemente me dedico a perfeccionar Melodía Crónica, y en esta ocasión, me emociona compartir con ustedes en qué proyecto estoy trabajando en este momento. Hoy es el turno de pulir los últimos detalles de "La Granja de Violeta", una historia que se mueve entre momentos de alegría y dificultades, creando un recorrido fascinante y lleno de matices para la protagonista.
A lo largo de esta narración, Violeta se verá inmersa en situaciones que la desafiarán y la llevarán a descubrir partes de sí misma que nunca había explorado. La historia sumerge al lector en un entorno vibrante y singular, donde cada experiencia contribuye a su crecimiento personal de maneras inesperadas.
Aquí les dejo un pequeño fragmento
Don Julián esbozó una sonrisa nostálgica, recordando cómo un pedido similar habría sido impensable en su época. "En mis tiempos, si le decía eso a mi padre, seguro que el zapato me encontraba antes de que acabara la frase. Ay, en paz descanse, papá", pensó, dejándose llevar por la memoria de su severo pero querido progenitor. Sin embargo, aceptó que los tiempos habían cambiado y que ahora la crianza era distinta.
Al entrar en la casa, se topó con su hija Violeta, quien estaba absorta mirando por la ventana, siguiendo cada movimiento de sus hijos.
—No te preocupes, cariño. Max está con ellos. Ha cuidado de nosotros toda su vida, y de las pocas ovejas que quedan en la granja también. Es un guardián fiel —la tranquilizó Julián, intentando apaciguar la evidente preocupación en el rostro de Violeta.
—No es eso, papi. Estoy más preocupada por el comportamiento de Jeremy —confesó Violeta, desviando la mirada al piso de madera que crujía bajo sus pies—. La maestra me ha llamado, diciendo que durante el recreo empuja a otros niños y les jala el cabello para quitarles el balón. No sé de dónde ha sacado esa conducta —expresó con frustración.