ENVIDIA ENTRE SOMBRAS

En mis momentos de reflexión, he intentado entender mi lugar en este enredo complicado que llamamos realidad. He llegado a la conclusión de que a mi alrededor, siento emociones intensas que emergen sutilmente detrás de las paredes. Estas estructuras, más allá de ser simples barreras físicas, parecen ser testigos vigilantes, esperando con paciencia el momento adecuado para ejercer su influencia sobre individuos cuya locura les impide disimular su envidia flagrante. Han transformado su entorno en una selva en llamas, y tengo compasión por aquellos desafortunados que anhelan compartir aunque sea un día con ellos.

 

En cada reto que afronto, sigo un proceso meticuloso, siempre consciente de la importancia de tal procedimiento. Hay momentos en los que mi energía flaquea y permito que lo que confiné en la jaula se libere. Lo observo con el orgullo de un soberano que contempla a su guerrero más valiente, consciente de que mis oponentes rara vez cumplen mis expectativas; se revelan como figuras ridículas y deficientes, cuyos pensamientos están tan empobrecidos que no les queda otra opción que recurrir al mito constante de la falsedad. Encuentro esta realidad patética, desoladora y vergonzosa.

Sin embargo, mi guerrero posee una astucia excepcional; domina el arte de maniobrar en la arena del combate, sabe cuándo contraatacar y cuándo blandir su espada en el momento más crítico. Oh, divinidad, no fui yo quien provocó el incendio en su bosque, sino tú, con tu vasta sabiduría. Los forjaste como hierba seca, preparada para el día señalado, y ahora los utilizas ante mis ojos como peldaños hacia un propósito divino que busca no solo fortalecer mi carácter sino también elevar el proyecto que has depositado en mis manos a una nueva dimensión.

Pero estos seres, lamentablemente ciegos ante su propia realidad, no logran comprender que son marionetas en manos del rey de las tinieblas. Se deleitan en el mal y celebran sus días oscuros, mientras su limitada comprensión los lleva inexorablemente hacia su verdadera esencia. Se jactan de poseer sabiduría, listos siempre para impartir consejos, alejados de su creador. Al sopesar sus palabras en la balanza de mi juicio, me convenzo de que representan precisamente el ingrediente que faltaba al explosivo situado justo sobre sus cabezas. Encerrados en una mina a punto de colapsar, me es posible vislumbrar más allá de estas paredes el despliegue del plan malévolo de aquel que los mantiene en esclavitud, confirmando que su destino es, invariablemente, repetirse de la misma manera qué Caín, Saúl y Judas.

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