
LA SUERTE NO EXISTE
Eran las primeras luces del amanecer y una fina cortina de lluvia cubría el paisaje, mientras los cuervos entonaban su melodía tenebrosa, como queriendo anunciar la llegada de un día sombrío. El aire se sentía cargado, casi opresivo, con la sensación de que la muerte había dejado su huella en la noche anterior. Una tragedia se había desatado en el vecindario, un matrimonio cruelmente asesinado tras una disputa entre vecinos. Conocía bien al perturbador responsable. Hablo de Jimmy, aquel joven problemático con quien compartí una infancia en este mismo barrio. Siempre tuvo una frialdad interna, como si sus sentimientos hubieran sido exterminados al igual que aquel inocente matrimonio.


Jimmy, conocido en todo el lugar como el temible Jimmy, tenía un historial delictivo y la cárcel parecía ser su segundo hogar. Pero, paradójicamente, también era conocido como "el hombre de la suerte". Recuerdo que una vez me contó sobre una pelea en un club, en la que se vio envuelto debido a su amigo Edgar, otro villano sin escrúpulos que siempre buscaba problemas en la vida. Edgar pretendía llevarse a la fuerza a una hermosa mujer morena que le había dado una bofetada. Esto generó una cadena de eventos desafortunados y, en medio del caos, Jimmy se vio arrastrado a la contienda. La seguridad del lugar intervino rápidamente, llevándolos a todos a una casa abandonada.


En aquel lugar, la violencia se tornó aún más aterradora. Jimmy presenció cómo uno de sus amigos perdía su vida, mientras que al otro lo torturaban con saña. Edgar fue amarrado a una viga y golpeado con un bate, hasta que su cuerpo quedó irreconocible. Luego, prendieron fuego a su desfigurado cadáver. En medio de aquel infierno, Jimmy logró liberarse de sus ataduras, en un acto que pareció obra de la magia. Me contó que sus esposas se abrieron misteriosamente, permitiéndole escapar mientras el hombre encargado de vigilar fumaba un cigarrillo despreocupado. Jimmy aprovechó el momento y, con un movimiento rápido, tomó al hombre desprevenido y le fracturó la garganta con la parte superior de una silla.

En ese momento, mientras Jimmy se reía con satisfacción, me dijo que él era un dios. Para él, todo formaba parte de un siniestro juego de azar en el que siempre salía victorioso. Me dijo: "Mike, tu madre te volverá loco con ese cuento de Dios, pero déjame decirte que la verdadera divinidad está en mí. Los hombres se crean de las tinieblas, y no al revés. Para convertirte en uno de nosotros, debes abandonar tus creencias infantiles y abrirte paso en las sombras. Yo encontré mi poder en lo más oscuro de mi ser y, desde entonces, me he convertido en un sol resplandeciente. ¿Sabes cuándo sé que soy un dios? Cuando tomo un bate o una pistola y veo cómo la vida abandona el cuerpo de aquellos miserables que osan desafiarme. En esos momentos, el sol vuelve a brillar sobre mí y me digo: "Jimmy, ahora sí eres un dios. Mira cómo estos insectos se desvanecen en la nada".
Pero el pobre Jimmy, nunca comprendió que cada uno cosecha lo que siembra. Al ser subido a la patrulla policial, nuestros ojos se cruzaron y pude percibir esa sonrisa diabólica impresa en su rostro, como si sus 50 años de vida se resumieran en un macabro símbolo, destrucción y desolación.
